miércoles, 3 de diciembre de 2014

PINOCHO

EN UN PUEBLECITO PERDIDO ENTRE LAS MONTAÑAS, VIVÍA UN HUMILDE CARPINTERO AL QUE TODOS CONOCÍAN COMO GEPPETTO. ERAN TANTAS LAS GANAS DE TENER UN HIJO QUE SE HIZO UN MUÑECO DE MADERA  DE PINO AL CUAL LLAMÓ PINOCHO.
ERA TAN PERFECTO QUE PARECÍA UN NIÑO DE VERDAD. POR ENCANTAMIENTO COBRÓ VIDA Y GEPPETTO LLORÓ DE EMOCIÓN ADOPTÁNDOLE COMO A UN HIJO.PERO EL DÍA QUE LLEGÓ EL CIRCO AL PUEBLO, PINOCHO VENDIÓ TODO LO QUE GEPPETTO LE HABÍA COMPRADO PARA IR AL COLEGIO Y COMPRÓ ENTRADAS PARA VERLO.




UN GRILLITO QUE ERA COMO LA VOZ DE SU CONSCIENCIA SIEMPRE LE ADVERTÍA DE LO QUE ESTABA MAL, PERO PINOCHO NO LE HACIA CASO Y HACIA NOVILLOS TODOS LOS DÍAS. ASÍ PASO QUE DE TANTO MENTIRLE A SU PADRE LE CRECIERON LA NARIZ Y DE NO ESTUDIAR, LE SALIERON OREJAS DE BURRO.
AL ENTERARSE GEPPETTO DE SU COMPORTAMIENTO SALIÓ EN SU BUSCA PERO CON TAN MALA SUERTE QUE CAYÓ AL MAR. EL HADA QUE HIZO SU ENCANTAMIENTO APARECIÓ PARA DARLE UNA BUENA REPRIMENDA, HACIÉNDOLE PROMETER QUE NO VOLVERÍA A FALTAR A CLASE Y OBEDECERÍA SIEMPRE AL GRILLITO.


AUNQUE SU NARIZ SEGUÍA GRANDE POR MENTIROSO, SUS OREJAS DESAPARECIERON, LA SABIDURÍA LE HIZO REACCIONAR, SALIENDO  AL MAR A BUSCAR A SU PADRE. SE ENFRENTÓ CON LA BALLENA QUE HABÍA ENGULLIDO A SU PADRE E HIZO QUE ESTORNUDARA LANZÁNDOLE UNA ANTORCHA ENCENDIDA DENTRO DE LA BOCA. GEPPETTO NO REGAÑO A PINOCHO Y LE ABRAZÓ AL VERLO DE NUEVO. PINOCHO NUNCA VOLVIÓ A FALTAR A LAS CLASES Y  FUE UN MUÑECO TAN BUENO QUE EL HADA DECIDIÓ RECOMPENSARLE, CONVIRTIÉNDOLE EN UN NIÑO DE VERDAD.

FIN

EL LIBRO DE LA SELVA

UN DÍA, BAGHERA, LA PANTERA NEGRA, ENCONTRÓ UN BEBE EN UNA CESTA QUE FLOTABA EN EL RÍO. SIN DUDARLO NI UN MOMENTO, LO LLEVÓ A LA CUEVA DE LA LOBA, QUE ACABABA DE TENER CRÍAS.
ÉSTA LO ADOPTÓ Y CRIÓ COMO SI FUERA SU HIJO, Y LE PUSO EL NOMBRE DE MOWGLI.

CUANDO SHERE KHAN, EL MALVADO TIGRE DEVORADOR DE HOMBRES, SE ENTERÓ DE SU EXISTENCIA, SALIÓ EN SU BUSCA CON INTENCIÓN DE MATARLO.
EL CONSEJO DE LA SELVA SE REUNIÓ PARA TOMAR UNA DETERMINACIÓN.
MOWGLI DEBERÍA IR A LA ALDEA DEL HOMBRE. BAGHERA SE OFRECIÓ VOLUNTARIA PARA ACOMPAÑARLE.
AL DÍA SIGUIENTE, BAGHERA INVITÓ AL NIÑO A DAR UN PASEO. DURANTE EL CAMINO, LA PANTERA CONFESÓ A MOWGLI QUE LE LLEVABA A LA ALDEA DEL HOMBRE POR TEMOR A SHERE KHAN.
MOWGLI NO QUERÍA IR; EL QUERÍA ESTAR EN LA SELVA, JUNTO A SU MAMÁ LOBA Y LOS QUE LE QUERÍAN, PERO BAGHERA SE MOSTRÓ FIRME, NO PODÍAN CORRER RIESGOS.
A LA MAÑANA SIGUIENTE SE PUSIERON OTRA VEZ EN CAMINO Y SE ENCONTRARON CON BALOO, EL OSO PEREZOSO Y MÁS DIVERTIDO DE TODA LA SELVA. MOWGLI SE LO ESTABA PASANDO EN GRANDE Y BAGHERA SE MARCHÓ ENFADADA.
APENAS HABÍA DADO UNOS PASOS CUANDO OYÓ A BALOO GRITAR. UNOS MONOS HABÍAN RAPTADO A MOWGLI Y LO LLEVABAN AL ANTIGUO PALACIO, DONDE VIVÍA EL REY DE LOS SIMIOS.
SIN DUDARLO, EL OSO Y LA PANTERA CORRIERON EN SU AYUDA. MIENTRAS BALOO SE ENFRENTABA A ELLOS, BAGHERA MONTÓ SOBRE SU LOMO A MOWGLI Y HUYÓ HACIA LA SELVA.
EL CIELO AMENAZABA TORMENTA.
ENTRE TANTO, SHERE KHAN APARECIÓ Y LE ARREBATÓ EL MUCHACHO A LA PANTERA. MOWGLI GOLPEABA AL TIGRE CON UNA RAMA SECA CUANDO CAYÓ UN RAYO Y LA PRENDIÓ.
MOWGLI ATÓ LA RAMA ARDIENDO AL RABO DEL TIGRE, QUE HUYÓ A TODA VELOCIDAD.
DÍAS DESPUÉS LLEGARON A LA ALDEA DEL HOMBRE. ALLÍ MOWGLI, CURIOSO, SE ADENTRÓ EN EL POBLADO EN BUSCA DE NUEVAS EXPERIENCIAS. ENTONCES, VIO POR PRIMERA VEZ A OTRO SER HUMANO. BALOO Y BAGHERA SABÍAN QUE ALLÍ MOWGLI SERÍA FELIZ.


FIN
EL ELEFANTE FOTÓGRAFO
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.

Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para elefantes era tan grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie podía dejar de reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante consiguió divertidísimas e increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.



EL PATITO FEO
Como cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos.
Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.
Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.
Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento.
Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis...

La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feísimo y le apartó con el ala mientras prestaba atención a los otros seis.
El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían...
Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito.
Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe.
El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.
Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían, pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo.

Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle.
Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse también.
Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:
- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...
- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.

Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre.....FIN

LAS PALABRAS VIAJERAS

La primera palabra que existió no sabía viajar. La pobre vivía sola, encerrada en una cabecita. Aparecieron más palabras, y tampoco sabían viajar. Hasta que un día conocieron una boca y le pidieron ayuda. La boca escogió a una y sopló con gran fuerza. Y aquel fue el primer viaje de una palabra, y la elegida fue “mamá”.
Muchas otras palabras aprendieron a viajar así. Saltaban felices de las bocas a las orejas volando a través del aire. Pero pronto se dieron cuenta de que nunca llegaban muy lejos. Como mucho, con el mayor de los gritos y el viento a favor, algunos cientos de metros ¿Cómo iban a conocer así el mundo con lo grande que es?
Pasaron años y años antes de que conocieran a unas chicas increíbles. Eran 27 amigas que se hacían llamar Letras, y se ofrecieron a vestir a cada palabra de forma distinta, para que al viajar se las reconociera fácilmente. Ellas no sabían volar por el aire, pero conocían al señor Lápiz, capaz de pintar cualquier cosa en cualquier sitio. Sin embargo, Lápiz nunca encontraba buenos lugares para que las palabras viajaran, y a menudo escribía sobre rocas y árboles que nadie podía mover, dejando a las palabras allí atrapadas para siempre.
Y entonces, cuando las palabras estaban a punto de rendirse y aceptar que nunca podrían viajar lejos, conocieron al señor Papel. Era ligero y se movía rápido, pero aguantaba firme mucho más que el aire. Era la forma perfecta de viajar.


Y así en el papel el lápiz escribió letras, que formaron palabras, que pudieron viajar al otro lado del mundo sin perderse. Y lo que en un principio solo había en la cabeza de unas personas pudo llegar a muchas otras a las que ni siquiera conocían, inventando una maravillosa forma de hacer viajar las palabras que cambiaría el mundo para siempre: la lectura.
LA CAPERUCITA ROJA 
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.

Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña? - le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita - le dijo Caperucita.
- No está lejos - pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor - dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor - siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

- Son para...¡comerte mejoooor! - y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un serrador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.


Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.